Este fin de semana ha estado en boca de todos los medios de comunicación y aficionados al motor el nombre de un chavalín de Lugo que ha brillado de forma incontestable en su primera prueba en el Mundial de MX2.
MX2 para todos los profanos en el tema, es una categoría del Campeonato del Mundo de Motocross que se disputa de febrero a septiembre dividido en 18 pruebas a lo largo y ancho del planeta.
Desde Qatar pasando por Tailandia, Argentina, México, EE. UU y gran parte de los países del Norte de Europa (donde hay una fuerte tradición), los mejores pilotos de esta especialidad brindan épicas batallas encima de sus motos en superficies de tierra o arena.
Aquí en España el motocross no es un deporte de masas ni mucho menos, pero si es un deporte de fieles. El que lo sigue, le apasiona de tal manera, que intenta practicarlo por todos los medios posibles o al menos seguir las emisiones a cuentagotas que las televisiones de pago proyectan.
España es un país de amplia tradición futbolera, el futbol es una religión, está en boca de todos, y los medios de comunicación copan sus espacios de deportes hasta con los mínimos detalles que brinda la práctica de este deporte Rey en nuestras tierras.Lo que no sea futbol y algún que otro deporte en menor medida, tiene serias dificultades para calar en el público en general debido a que la telaraña futbolera se expande de forma casi acaparadora por los medios deportivos y tabloides de noticias en general.
Solo se salva de esta “dictadura” deportiva algún deporte que siembre, bajo el mismo patrón, se promueve porque uno de los nuestros, después de un camino lleno de dificultades, llega a destacar sobremanera en alguna de estas disciplinas minoritarias y el gran público lo toma como abanderado del alto potencial español en el deporte.
Son muchos los ejemplos que tenemos de este particular y muchas veces momentáneo interés mediático que mostramos por esos ases de deportes de motor minoritarios frente al balompié. Fernando Alonso en F1 es un buen ejemplo: con sus victorias, de pronto, todos sabíamos de F1, Telecinco dio el “campanazo televisivo” con la dupla Alonso-Lobato y todo el público éramos esponjas de información sobre este campeonato. La imagen de Alonso y sus éxitos encabezaban telediarios y columnas de los principales medios de comunicación hasta que Alonso dejó de ganar y ahora pasa a ocupar un pequeño hueco de los espacios deportivos. Las audiencias no llegan a una ínfima parte de las de los entrenamientos de la época gloriosa de este piloto en las carreras.
Carlos Sainz y sus Campeonatos Mundiales de Rallies, son otro buen ejemplo de interés desmedido y temporal por las gestas a motor de aquella pareja, que dejaron varias coletillas dialécticas (“¡¡¡ por Dios Carlos, trata de arrancarlo!!!”) que aún perduran con el tiempo cuando nuestro coche no arranca.
Las motos fueron también hasta hace poco un pequeño oasis en medio de la indiferencia mediática hacia los deportes motorizados, ya que ocuparon en mayor y menor medida los domingos de mañana de los españoles.Desde Ángel Nieto, pionero, hasta los grandes duelos Garriga-Pons, el mundial de Crivillé de 500cc y las actuales figuras del motociclismo en todas las categorías del Mundial que han acaparado no pocas portadas y mucho interés por el público.
A mi parecer, este interés por el Mundial de Motociclismo de Velocidad lo están dinamitando los promotores de este campeonato con la venta de los derechos de las emisiones a una plataforma de pago que, en mi opinión, está generando un daño gravísimo a la promoción de este deporte entre nuestros adolescentes y al seguimiento por parte del público en general. El tiempo dirá si estoy equivocado….
Como siempre que comienzo a escribir me voy por los cerros de Úbeda…. y en este caso me voy a centrar en algo que me apetece compartir con respecto a Jorge Prado García (@jorgeprado61) y su increíble habilidad de llevar un vehículo a motor en superficies de tierra.
Yo, de forma totalmente casual, disfruté de la pericia inusitada de este piloto cuando poca gente conocía el talento de este chaval.
Fue hace unos 8 años, si mal no recuerdo, cuando un día muy caluroso del verano del 2008, me despierta de mi tenue siesta una llamada de un amigo que me dice que baje hasta la zona donde están las pistas deportivas en nuestro pueblo, lugar en el cual, el club de Mountainbike local DHG TEAM (www.dhgteam.es) había trazado un circuitillo en tierra para practicar acrobacias con sus bicicletas. Sigue a esta sugerencia un comentario de este mismo interlocutor que me detalla que está con su hijo (mi amigo, gran aficionado al motor, y en contra de la rotunda negativa de su mujer de aquel entonces, le acababa de comprar una Ktm 50SX de Cross a su hijo para meterle el “gusanillo” de las motos en el cuerpo).
Con la pereza que da una siesta veraniega, acudo adormilado a la cita con el entusiasmo por las motos de un padre amigo y las ganas de un hijo más aficionado a las consolas que a las motos tratando de que fluya el orgullo de su padre por ver que esa afición perdura otra generación en la familia.
Pues en esas estoy, viendo como el chaval intenta controlar mínimamente la moto y no hacerse daño con lo que era una bestia KTM 50SX con 14 caballos y comprobando que el ímpetu en las órdenes de más gas por parte del padre no cuajaba con la comprensible prudencia del niño, cuando llega una furgoneta con un padre y otro niño con los cuales quedara mi amigo.
Sin prestar mucha atención a la operación de la furgoneta aparcando y con la mente centrada en ver al hijo de mi amigo salvaguardando intactas sus muñecas para manejar la PlayStation me veo sorprendido por el rugir de un motor de molinillo de una pequeña 50cc con un enano dándole sacudidas al gas sin mediar atención a otra cosa que no fuese lo que tenía entre las piernas.
El niño desconocido estaba poseído, el sonido de su pequeña moto parecía hacerlo entrar en trance y obviar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Después de coger la temperatura óptima, este enfila hacia la entrada del pequeño trazado de tierra que estaba compuesto por unos pequeños saltos y unas curvillas sin prácticamente peralte que como mucho podía ocupar todo el, una superficie que no pasaba de los 400 metros cuadrados.
En ese mismo momento observé que al niño le daba al gas como si no hubiese un mañana y que no era otro niño “cumplidor” de los deseos de perpetuar la especie motorista de otro padre.
Fue un visto y no visto, entrar en la pista y arrancar como un misil haciendo que el pequeño motor de la 50cc rugiera sin piedad tapando todos los sonidos que teníamos a nuestro alrededor y nuestros tímpanos fueran obsequiados con un nivel de gas continuo fuera de lo normal en un pequeñín de esa edad.
Ver afrontar a aquel enano tanto curvas como saltos a un ritmo que en la vida yo como adulto afrontaría, me brindó un espectáculo que hizo que el adormilamiento que padecía fuera atropellado por mi atención hacia las innegables actitudes para conducir una moto que tenía aquel niño.
Los últimos recuerdos que me quedan de aquella tarde de hace unos años son los del hijo de mi amigo a mi vera, sentado, acalorado, sin casco y con una Coca-Cola en la mano charlando de los últimos trucos que descubriera en el GTA de la PlayStation y a nuestras espaldas un motor 50cc sufriendo el gas sin piedad de otro niño que el pasado fin de semana volví a ver en la televisión jugando con los mayores de este deporte, en una prueba del Mundial en Holanda, con el descaro de un niño jugando a una consola.
Felicidades Jorge, por provocar que cada vez se escuche más el rugir de los “Malditos Hierros” en los televisores.
